LA GRECIA ANTIGUA: SEXO EN SENTIDO AMPLIO

Las escorts históricas de la vieja Grecia clásica tenían una función muy importante en aquella sociedad. De hecho, su trabajo era bien conceptuado. Porque no había mayores reparos a casi ninguna práctica carnal. Para entenderlo, es necesario que dejemos por completo de lado nuestra concepción contemporánea de la vida sexual. Aquello tenía características que hoy no dudaríamos en calificar como “orgiásticas”, quizás hasta “perversas”, y con una marcada tendencia a la bisexualidad. O “polisexualidad”, si se puede hablar de tal cosa.

No es fácil quitarse el sombrero de lo que tenemos como normalizado y aceptado en la actualidad. Pero si lo hacemos, se pueden descubrir otros fascinantes puntos de vista, y, por lo tanto, nutrir nuestra cultura.

¿Homosexualidad? Normalidad, querrán decir…

Hay una imagen generalizada e igualmente errónea, que nos remite a una sociedad griega en que todos o casi todos los hombres eran homosexuales. Por lo menos, bisexuales. O que el sexo era grupal y sin ningún tipo de condicionamiento. Y que todos eran iguales a la hora de ir a la cama (o al templo de Afrodita, que también funcionaba como “prostíbulo sagrado”, si tal cosa existe. Y conste que tampoco se puede hablar de “prostíbulo” como los conocemos hoy).

De ninguna manera. Nada de eso era así. En primer lugar, insistimos, las etiquetas “heterosexual”, “bisexual”, “homosexual” no se conocían. Y de haberlas conocido, no habrían significado nada para nadie.

Disfrutaron de la sexualidad de un modo diferente, sin los conceptos represivos que luego impusiera el cristianismo, que redujo al sexo a la mera función reproductiva. Con mayor permisividad, sí, pero no sin estrictas reglas.

¿Escorts históricas? Y efebos guerreros también

Las relaciones entre hombres y mujeres eran, obviamente, necesarias para perpetuar las familias y linajes. Todos los hombres estaban obligados a encontrar una esposa que se ocupara de su hogar y le diera hijos legítimos. El matrimonio era una institución fundamental para la legislación ateniense y espartana. Servía para establecer herencias y determinar la pureza de los linajes. Por lo cual, establecían sanciones sociales y económicas a los solteros impenitentes.

Un hombre podía gozar sexualmente de su legítima esposa, y tener a uno o más jovencitos como amantes. Pero a la vez satisfacerse con alguna prostituta-sacerdotisa del templo que le despertara devoción. Tanto más sí se ocupaba de los menesteres militares. En tal caso, era obligación tomar discípulos como amantes, ya que se creía que los valores y los méritos del hombre mayor se transmitían al joven a través del semen. Así como suena.

Incluso, hubo una rara tropa de élite, comandada por el general Górgidas, que fue conocida como el “Batallón Sagrado de Tebas”. No solo fue una unidad militar prácticamente invencible, sino que además estaba compuesto por 150 parejas de soldados homosexuales, siempre un veterano y un joven. Suponían que de esa manera, por el vínculo emocional y sexual, lo darían todo en el campo de batalla. Por su honor, por la gloria de Atenas, y por el amor que sentían hacia su par. En Esparta, directamente las prácticas homosexuales se establecieron como parte de la educación de los adolescentes.

Dionisio conducción

Y eso, para no hablar de las festividades dedicadas a la divinidad del teatro, las fiestas, el vino y los excesos. Contaban que Dionisio enseñó a los hombres a cultivar la vid y a fabricar vino. Moría cada invierno y resucitaba en primavera. Y con él renacían los frutos de la tierra. Eran las mayores festividades, que es extendían por varios días. En medio de procesiones, representaciones teatrales y desfiles militares, abundaban verdaderas orgías en las que hombres, mujeres, escorts históricas o nóveles, jóvenes, viejos, casados y solteros se entrelazaban en un tremendo cuan público y notorio “todos contra todos” (o “todos con todos”, si lo prefieren) y desaparecían los límites.

Pero bueno; como dijimos, no es posible evaluar estas prácticas con nuestros parámetros actuales, y muchos menos juzgarlas. Simplemente, eran otra historia.