¡AL RESCATE DE LAS ZONAS ERÓGENAS! (De todas, no solo las de siempre)

Una definición técnica indica que por las zonas erógenas y sus adyacencias pasa gran parte de nuestro erotismo. Son las que por su sensibilidad provocan placer al ser estimuladas. Tienen muchas terminaciones nerviosas, y por cierto, no se limitan a los órganos sexuales, como demasiada gente tiende a creer, olvidando el resto del cuerpo.

Eso está muy mal. Las zonas corporales del placer están repartidas en todo el cuerpo, y de ninguna manera se limitan a los genitales. Pero en occidente están “sobreexplotados”, por decirlo de alguna forma. Mientras, otras tanto o más importantes están relegadas. Parece que fueran lo único que puede darnos placer sexual, y no es así. Para nada.

Además, si queremos tener una óptima relación de pareja, conviene explorar todas las zonas erógenas de ella, porque no todos ni todas reaccionan igual ante idénticos estímulos. Es tan valioso conocer esas zonas del cuerpo de nuestra pareja, como las propias.

Zonas erógenas y erotismo, de pies a cabeza

En primer lugar, hay que decir que toda la piel es una zona erógena. Si empezamos por la cabeza, podemos masajear el cabello, porque produce una sensación muy relajante. O besar y acariciar la nuca, lo cual en muchos provoca deliciosos escalofríos. Las orejas son también muy sensibles, y los labios aumentan su sensibilidad con la excitación. Basta un leve roce para que se sienta verdadero placer. Toda la zona abdominal es erógena al máximo, particularmente si presionamos alrededor del ombligo.

Incluso la parte interior de muslos y brazos, la parte posterior de las articulaciones, y hasta las axilas tienen su carga erótica, que no es igual en todos ni en todas, desde ya, pero merece explorarse.

Es imposible olvidarse de los pies. Es una de las más potentes zonas erógenas, por la enorme cantidad de terminaciones nerviosas que hay allí. Están directamente asociadas con distintas partes del cuerpo.

Casi cada órgano está relacionado con un punto determinado de la planta del pie, por lo que masajearla puede resultar muy estimulante. Eso lo sabían muy bien los orientales, que han popularizado un método de masaje que luego derivó en la conocida “Reflexología”, capaz de generar sensaciones de gran bienestar y relax.

Para novedad, los clásicos

Ya tenemos claro que todo nuestro cuerpo es una zona erógena, pero hay algunas más erógenas que otras y no son las mismas en todos. Sabiendo esto, no podemos olvidar a las que concitan la atención mayoritaria en occidente.

Por ejemplo, los pechos. Son mucho más sensibles en la mujer que en el hombre, y para ellas son una de sus principales zonas erógenas. Pero también eso varía de una mujer a otra. Las hay que prefieren caricias suaves, apretones un poco más enérgicos, roce sobre los pezones erectos, presión con toda la mano, solo besos o combinados con caricias, y todas las variantes posibles.

Y está la zona del suelo pélvico, es decir, la del ano, el periné, y el clítoris, la vulva y la vagina, testículos, escroto y pene. Estimulándola bien se pueden lograr grandes orgasmos. Allí está la mayor carga sexual en cuanto a excitación posible. No olvidemos el famoso “punto G”, a veces mistificado y otras negado. En principio, en el hombre está situado en el ano, junto a la próstata. En la mujer, lo encontramos sobre la entrada de la vagina.

Se pueden estimular manualmente, o intentando posturas donde tengan más contacto. Como sea, nuestra recomendación es explorar las zonas erógenas y el erotismo en todas sus formas. Es la mejor y más placentera manera de enriquecer una relación de pareja (o pasajera, por qué no)